¡Noooo! Lo peor de todo es que ver el careto de brujas que se les pone a tus amigas cuando les cuentas que tu metrosexual maridito se ha largado con otra… Desde luego que se muestran afectadas, que les duele, que les destroza el alma… Pero no por solidaridad contigo, sino porque en el fondo de cada uno de sus pútridos corazones femeninos, se mueren de envidia por no estar en la piel de la veinteañera…
Pero como el mundo no se acaba tras la primera ruptura (ni tras la segunda, ni tras la tercera…) y tanto llorar como comer chocolate estropean bastante la fisonomía, al cabo de un par de meses sumida en la más profunda de las depresiones (eso me dijo el psicólogo, para mí que todo era vergüenza, simple y llanamente), me decidí a firmar los papeles del divorcio y a comprarle a mi orientalizado ex la parte del piso que me correspondía. Lo cierto es que, en principio, le sugerí que me lo cediera de forma gratuita… al fin y al cabo, él había abandonado la mundana vida de nuestro materialista mundo en pro de una existencia henchida de paz y amor, de modo que… ¿para qué quería unos miserables euros, o la propiedad de un apartamento de 60 m2? Él estuvo a punto de ceder (siempre había sido un poco cándido, la verdad…), pero la veinteañera zen lo convenció de la conveniencia de mantener un pequeño capital que asegurase el porvenir del vástago que ambos ya habían encargado a la cigüeña, o a quienquiera que se encargue de repartir las criaturas en ese continente, así que no me quedó más remedio que apoquinar unos cuantos miles de euros para comprar, no sólo el apartamento que ya había adquirido anteriormente, sino también el bienestar de una inocente criatura.
De modo que, de nuevo soltera (o más bien divorciada, porque con la soltería pasa como con la virginidad, que una vez perdido el estado ya nunca jamás se recupera, por muchos remiendos que la ley o los médicos puedan hacer), me quedaba por delante el arduo cometido de “rehacer mi vida”
¿Y cómo se rehace una vida, os preguntaréis?
Pues bien, en el caso de una mujer no demasiado vieja, ni demasiado gorda, ni demasiado fea, con un trabajo más o menos estable y un piso en propiedad, digamos que existen dos alternativas:
La primera: llamar a tus antiguos amigos y empezar a salir con ellos después de más de 10 años de haber perdido el contacto… Esta alternativa resulta atrayente porque te permite mantener la independencia y demostrarte a ti misma que eres capaz de vivir sin un hombre, pero no es nada fácil retomar la relación… Sobre todo porque la mayoría de los miembros de tu antiguo clan tienen hijos pequeños, con lo cual llevan horario de padres, desarrollan actividades de padres y mantienen conversaciones de padres… Y tú, que siempre has dudado si eres descendiente de Herodes o del Capitán Garfio, aguantas los dos primeros fines de semana, pero al tercero decides alegar una gripe contagiosísima y probar con la alternativa número dos, esto es, aceptar la invitación de tus amigas divorciadas, que al menos te parece más acorde con tu situación actual….
¡Ay…! Pero no es oro todo lo que reluce, y lo que te habían pintado como una velada de diversión, baile y ligoteo se acaba convirtiendo en un grotesco flashback de los primeros años de la adolescencia… Y cuando te presentas en el bar donde habéis quedado para tomar unas tapas con tu cara lavada y tu melena al viento, te encuentras un cuadro cubista digno de figurar en la galería de honor del "Reina Sofía". Tus queridas amigas van a caballo entre la Rossy de Palma de los años dorados de Almodóvar y la Carmen Sevilla del Cine de Barrio… que una cosa es una capa de maquillaje y otra una sesión de chapa y pintura… Y eso por no hablar de los vaqueros dos tallas más pequeños, de los taconazos y de los cubatas de "Beefeater"… De modo que cuando te ven entrar en plan Paz Padilla en la Pasarela Cibeles se lanzan sobre ti como una manada de grullas y acabas en casa de una de ellas, delante del armario, embutida en unos pantalones de talle bajo que te dejan al descubierto todas las morcillas, con dos camisetas, una malva y la otra amarilla, superpuestas, unos zapatos de tacón que ríete de la Ana Rosa Quintana, una cazadora por debajo del sobaco, un moño como el de la Amy Winehouse y un completo muestrario de la “Max Factor” sobre tu maduro cutis…
Pero segura de que vas a triunfar…
¡Y desde luego que lo haces!
A la mañana siguiente te despiertas con la lengua como un zapato (si con 18 años no soportabas los cubatas, imagínate con 30), la cabeza a punto de estallar, los ojos como Brad Pitt en “Entrevista con un vampiro” y el estómago como un reactor nuclear…
Pero lo peor es que no consigues recordar si lo que piensas que hiciste después del noveno cubata lo hiciste realmente o es producto de los efectos del alcohol sobre tu maltrecho cerebro… Y cierras los ojos con fuerza, y haces memoria, y rebobinas, como cuando no sabes dónde has dejado las llaves y empiezas a pensar en cuál fue el último sitio donde las viste y en todo lo que pasó a continuación…
A la mañana siguiente te despiertas con la lengua como un zapato (si con 18 años no soportabas los cubatas, imagínate con 30), la cabeza a punto de estallar, los ojos como Brad Pitt en “Entrevista con un vampiro” y el estómago como un reactor nuclear…
Pero lo peor es que no consigues recordar si lo que piensas que hiciste después del noveno cubata lo hiciste realmente o es producto de los efectos del alcohol sobre tu maltrecho cerebro… Y cierras los ojos con fuerza, y haces memoria, y rebobinas, como cuando no sabes dónde has dejado las llaves y empiezas a pensar en cuál fue el último sitio donde las viste y en todo lo que pasó a continuación…
Porque a ti cosas como esa no te pasan…
Como lo de las las llaves quiero decir.
Porque la otra SÍ te ha pasado.
Sólo tienes que darte media vuelta para comprobarlo.
El niño más repelente, más pelota, más repipi del colegio, ese que te pidió que fueras su novia durante toda la adolescencia, el que iba con pantalones de pinzas a los conciertos de Barón Rojo, el que se masturbaba en el baño de las chicas, el que te espiaba cuando te besuqueabas con tus novios en el parque, el más asqueroso, nauseabundo, baboso, indeseable de los tíos que has conocido en tu vida, yace a tu lado, calvo, maloliente…
El niño más repelente, más pelota, más repipi del colegio, ese que te pidió que fueras su novia durante toda la adolescencia, el que iba con pantalones de pinzas a los conciertos de Barón Rojo, el que se masturbaba en el baño de las chicas, el que te espiaba cuando te besuqueabas con tus novios en el parque, el más asqueroso, nauseabundo, baboso, indeseable de los tíos que has conocido en tu vida, yace a tu lado, calvo, maloliente…
Desnudo…
Y en tu cama...
Y en tu cama...
4 comentarios:
Jeje, qué bueno. Después de haber sobrevivido a la adolescencia para al final acabar con un especimen como ese tras una noche de alcohol. A lo mejor para tus amigas divorciadas eso es triunfar, pero no sé yo... xD
Saludos!
jajajajaja Coleguita...
Bueno piensa que desde ahi solo es coger impulso y todo es para arriba... Esos duros momentos nos han pasado a todas...pero tranquila que todo pasa..
Por cierto soy Perfida
Un saludo coleguita
M e ha encantado tu blog! ajja te sigo sin duda! soy nueva por aqui asi que te nvito a pasar por el mio! Un beso!
Excepcional entrada. Me he reído mucho. Es imaginativa, llena de referencias actuales y con una gran capacidad descriptiva. No dejes este blog, porque es divertidisímo.
Besos.
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