Pero… ¿Qué diablos? ¿Quién dijo miedo?
Si algo caracteriza a la juventud es la fe ciega en la inmortalidad…
Y yo era consciente de ser un peligro público, pero también de que un carnet rosa en la cartera sin un coche en el garaje ( o en la puerta de casa, o quince calles más abajo) es como una Navidad sin anuncio de Freixenet, como una discoteca sin camareros cachas, como un verano sin posado de la Obregón… Vamos, que no es lo mismo.
Así que me embarqué en la historia de buscar un coche de segunda mano, barato y en buenas condiciones. Entonces yo no sabía que estas tres características eran incompatibles entre sí, esto es que si era de segunda mano y barato no podía estar en buenas condiciones, y que si estaba en condiciones o era carísimo o se trataba del coche de un corredor de rallys y llevaba más kilómetros que el autocar del Rock and Ríos… Y lo que tampoco sabía, inocente de mí es que una mujer NUNCA debe ir sola a un concesionario de automóviles….
¡No!
¡Porque no le hacen ni puto caso!
Tú puedes entrar a una tienda de coches en plan Kim Bassinger en "9 semanas y media" que, como no lleves a tu lado a Mickey Rourke, ni un solo vendedor se va a acercar a ti. De hecho, yo llegué a preguntarle a un empleado por el cuarto de baño, primero para asegurarme de que había alguien capaz de percatarse de mi existencia y segundo para colocarme ante el espejo y así cerciorarme de que no me había vuelto invisible. Claro que, pese a la tranquilidad que me produjo tal certificación, eso no modificó en absoluto la actitud de los dependientes hacia mí. De hecho, lamenté profundamente no haber escogido para la ocasión el loock Angelina Jolie en "Tomb Raider"… arsenal incluido.
De modo que, cuando me cansé de dar vueltas alrededor de los vehículos sin que nadie me hiciera caso, me dije a mí misma…. “Bien, debo observar al enemigo”.
Y empecé a fijarme en todo lo que hacían los hombres; abrir puertas, mirar salpicaderos, meter medio cuerpo debajo del vehículo, comprobar el estado de los neumáticos, girar el volante para revisar la dirección, accionar los pedales…
Y hacer preguntas. Muchas preguntas.
Pero como confieso que soy rencorosa por naturaleza, decidí poner en práctica las enseñanzas recibidas en un nuevo concesionario. Al día siguiente me enfundé una minifalda de las que uno de mis amigos denomina “de la segunda clase” (por encima de la rodilla o por debajo del ombligo), una camiseta de vigilante de la playa y unos andamios dignos de la Letizia Ortiz una noche de estreno, me maquillé como una geisha y así de cómodamente emperifollada me presenté en la tienda. A mi entrada en la misma, el efecto fue el habitual; los vendedores me miraron, pero no como a una clienta, sino como a una sirena recién salida de la bañera. Una sirena sin carnet de conducir, naturalmente.
Pero yo iba preparada para la ocasión.
De modo que di un par de vueltas alrededor de los vehículos, metí la cabeza por tres o cuatro ventanillas, me acerqué tímidamente a dos vendedores que se mostraron demasiado ocupados como para atenderme, y a la vista de que nadie parecía ir a hacerme caso, decidí pasar a la acción.
Para empezar, abrí la puerta de un BMW, me senté en el asiento del conductor y empecé a acariciar el volante como si fuera… en fin, como si fuera eso que la mayoría estáis pensando. Si me leéis con frecuencia seguro que tenéis la mente un poco retorcida y no necesitáis más explicaciones.
Nada.
Ni caso.
Los vendedores seguían a lo suyo, con sus caballos, sus revoluciones y sus suspensiones a las cuatro ruedas.
Así que decidí ir un poco más lejos. Salí del coche y le di una buena patada a uno de los neumáticos con mi afilado tacón. Pero tampoco; lo más que conseguí fue que uno de los empleados me mirase de soslayo y recitara para sí (pude leerle los labios…) "mujer tenía que ser".
¿Con que esas tenemos?, me dije.
Y pasé a la tercera fase del plan.
Me senté como pude en el suelo, me tumbé cuan larga soy y deslicé medio cuerpo debajo del vehículo, dejando las piernas desnudas a la vista. Y como ni así conseguí que se acercara nadie, saqué el mechero del bolso y lo encendí. No habían pasado dos segundos cuando una multitud se congregó junto al vehículo: clientes, vendedores, personal de la limpieza, mecánicos… había hasta un bombero con un extintor… que yo no sé de cómo había llegado tan deprisa, luego los llamas cuando se te quema la cocina y tardan tres horas en venir.
Me hicieron salir de mi escondrijo y el director del concesionario, con los ojos enrojecidos por la ira pero correcto y elegante como un lord inglés, me dijo: “¿Desea algo la señora?”. Y yo me puse en pie a la primera y sin espatarrarme ( yo creo que me pudo más la dignidad que la minifalda y los tacones ) y le dije: “Sí, que hagan revisar el escape de este coche; está medio suelto. Y el sistema de amortiguación también se halla en mal estado, lo mismo que el neumático delantero derecho, que tiene un agujero.
Y deme el libro de reclamaciones.
Les voy a denunciar por trato discriminatorio.”
5 comentarios:
jijijiji muy pero que muy buen post me he reido mucho, quien te veria con el modelito y el mechero jijiji
Un buen escrito...aunque me extraña que no te hicieran caso, en primer lugar por tu minifalda y en segundo lugar por la falta de ventas que tienen últimamente...aunque haberlo hay de todos...un besote
En Septiembre estuve pensando en cambiar de coche. Puesto que el vehículo lo iba a utilizar solo yo, fui sola. Y os aseguro que, excepto el numerito final, lo demás verídico.
est-ce que cela fonctionne?
Quelquefois...
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